Volver al cuerpo: el arte de habitarse
- delfinaleon
- 13 sept
- 2 Min. de lectura

Hay días en los que el cuerpo se siente lejos. Como si habitáramos pensamientos, rutinas, exigencias. Como si la piel quedara atrás y solo quedara el hacer.
Vivimos en una cultura que nos empuja hacia afuera. Hacia la productividad, el rendimiento, la velocidad. Nos enseñaron a pensar antes que a sentir, a resolver antes que a escuchar.
Y en ese movimiento constante, muchas veces dejamos de habitar el cuerpo. Nos convertimos en cabezas flotantes, en listas de tareas, en relojes que corren.
Pero el cuerpo no desaparece. Es paciente. Es hogar. Es el lugar al que siempre podemos volver.
Volver al cuerpo no es una técnica, es una práctica. Una decisión suave, cotidiana, amorosa. Es respirar lento. Sentir el peso de los pies sobre la tierra. Escuchar el pulso que nos recuerda que estamos vivos. Es reconocer que el cuerpo no es solo un vehículo, es territorio.
Un espacio que guarda memorias, emociones, intuiciones. Un espacio que merece ser habitado con ternura.
Acompañarse es aprender a estar. No para corregirse, sino para sostenerse. Para mirar con compasión lo que somos, incluso cuando nos sentimos fragmentadxs. Para hacer del cuerpo un lugar seguro, un refugio, una casa.
Y entonces surge la pregunta:
¿Dónde habito cuando no estoy en casa?
¿Dónde me pierdo cuando me desconecto de mí?
¿En qué pensamientos me exilio, en qué exigencias me diluyo?
Habitarse es volver. Es recordar que no hay que ir lejos para encontrarse. Que el cuerpo está aquí, esperando. Que cada respiración es una puerta. Que cada gesto de presencia es un acto de amor.
Este espacio nace como una invitación a volver. A explorar el arte de habitarse sin prisa, sin exigencia. A acompañarnos en el proceso, con paciencia y cuidado. A hacer del cuerpo un lugar de encuentro, no de corrección. A sostenernos, incluso cuando no sabemos cómo.
Porque el cuerpo es casa. Y volver a él es volver a nosotr@s 🌿



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