Cuando los ojos tiemblan, el cuerpo revela lo que la palabra calla | Temblor ocular emocional
- delfinaleon
- 17 sept
- 3 Min. de lectura
Reflexión sobre el cuerpo que revela la energía que vibra y la mirada que sostiene.

Hay gestos que no se pueden fingir. Movimientos que no se controlan. Y temblores que no vienen del cuerpo, sino de algo más profundo. Es el caso del temblor ocular emocional.
Hace unos días, mientras conversaba con un joven, noté algo que me detuvo por completo: sus ojos, al sostener la mirada, comenzaron a moverse en zigzag.
No era un tic. No era distracción. Era un temblor sutil, casi imperceptible, pero profundamente revelador. Como si algo dentro de él estuviera intentando reorganizarse, resistirse o simplemente salir.
Ese movimiento me llevó a preguntarme:
¿Qué ocurre en el cuerpo cuando la emoción no encuentra palabra?
¿Qué revela el ojo cuando el alma no se atreve a hablar?
El cuerpo como válvula de escape: temblor ocular emocional.
La psicología contemporánea ha comenzado a reconocer que muchos síntomas físicos son, en realidad, expresiones somáticas de procesos emocionales no integrados.
Investigaciones de la Universidad de Stanford han demostrado que los microtemblores o espasmos oculares —conocidos como fasciculaciones palpebrales— pueden surgir incluso en personas que no se perciben a sí mismas como estresadas.
El cuerpo, al estar expuesto a una presión constante, busca válvulas de escape. Y el ojo, al ser un músculo delicado y altamente conectado al sistema nervioso autónomo, es uno de los primeros en manifestar estos desequilibrios.
El psiquiatra Bessel van der Kolk, autor de El cuerpo lleva la cuenta, sostiene que el cuerpo guarda la memoria de lo vivido, incluso cuando la mente lo ha olvidado o reprimido.
En ese sentido, un temblor ocular puede ser más que una reacción neuromuscular: puede ser una señal de que algo está intentando salir, procesarse, liberarse.
Entre lo físico y lo emocional
Desde la neurociencia, se sabe que el sistema nervioso autónomo —encargado de regular funciones involuntarias como la respiración, el ritmo cardíaco o el movimiento ocular— responde de forma inmediata a estados de alerta, ansiedad o sobrecarga emocional.
El temblor del iris, en este contexto, puede ser una manifestación de hiperactivación del sistema simpático: una respuesta de defensa, de tensión, de vigilancia.
Pero también puede ser una señal de desarraigo. De desconexión. De una mente que no logra habitar el cuerpo con seguridad.
El psicólogo Stephen Porges, creador de la Teoría Polivagal, explica que el cuerpo responde al entorno emocional antes que la conciencia lo registre.
La mirada, en particular, es un canal de comunicación profunda: puede activar el sistema de vinculación o el sistema de defensa.
Y, cuando el ojo tiembla, tal vez lo que tiembla es la relación con el otro. El miedo a ser visto. La memoria de haber sido juzgado. O la necesidad urgente de ser sostenido.
¿Qué revela el temblor?
No siempre es patológico. No siempre es grave. Pero sí es significativo.
Puede estar vinculado a:
Fatiga extrema o falta de sueño
Déficit de magnesio, potasio o vitamina B12
Exposición prolongada a pantallas
Consumo de sustancias que alteran el sistema nervioso
Estados de ansiedad, estrés o sobrecarga emocional
Procesos internos de reorganización psíquica
Pero más allá de la causa, lo importante es la escucha. La observación. La presencia.
Acompañar el temblor
Ese día, frente a ese joven, no aparté la mirada. Me quedé. Respiré. Y en ese silencio compartido, entendí que el cuerpo estaba hablando. Que el ojo, al temblar, estaba diciendo algo que aún no tenía forma.
No era un síntoma. Era un lenguaje. No era un error. Era una señal.
Y me pregunté: ¿Cuántas veces temblamos sin que nadie lo note? ¿Cuántas veces el cuerpo grita en silencio, esperando que alguien lo escuche?
Por eso, más allá del análisis clínico o la interpretación simbólica, lo que más importa es el acto de acompañar.
Estar ahí... Sostener sin invadir... Escuchar sin exigir... Mirar sin juzgar...
Delfina León



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